Blog de Halconeros de Castilla dedicado a la cetrería y las aves rapaces

El ave rapaz que sobrevivió a la extinción

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El guirre o alimoche canario (Neophron percnopterus majorensis) llegó al archipiélago hace unos 2.500 años, junto con las primeras poblaciones humanas procedentes del norte de África. Favorecida por las fuentes de alimento que proporcionaban los rebaños de ganado de los colonizadores, esta carroñera se asentó en los nuevos territorios y comenzó a diferenciarse de sus semejantes peninsulares, evolucionado de manera aislada con sus particularidades -los alimoches de Canarias son un 16% más pesados y un 3% más grandes-, hasta el punto de que se considera como una nueva subespecie endémica.

Esta rapaz, que antaño ocupó prácticamente todas las islas del archipiélago, comenzó a desaparecer durante la segunda mitad del siglo pasado y la especie tocó fondo a finales de la década de los 90, cuando su presencia quedó restringida a Fuerteventura, Lanzarote y algunos de sus islotes. La población estaba en peligro crítico, al borde de la extinción; en 1998 solo quedaban 21 parejas en la isla de Fuerteventura y fue entonces cuando el investigador del CSIC José Antonio Donázar y su equipo de la Estación Biológica de Doñana comenzó a estudiarlo, marcando a los individuos para ver las causas de su mortalidad.

El guirre o alimoche canario se considera como una nueva subespecie endémica.

En septiembre de 2004 se puso en marcha el Proyecto LIFE para la conservación del guirre, un programa que tuvo cuatro años de duración, pero cuando se trabaja con especies longevas como ésta -que pueden superar los 20 años de vida- este periodo no es suficiente para saber si ha sido o no efectivo, hay que mirar más a largo plazo. El estudio Evaluación de los proyectos de conservación de LIFE europeos: mejoras en la supervivencia de un buitre en peligro de extinción, que ha contado con la participación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB), ha analizado los resultados de las medidas implementadas por este programa para proteger una de las aves más emblemáticas de Canarias.

Los resultados, publicados en la revista Journal of Applied Ecology, muestran que la población se está recuperando, de hecho, entre 1998 y 2017 se ha triplicado, pasando de 21 a 67 parejas reproductoras. El éxito de un proyecto de conservación no es casual, hay muchas razones, generalmente interrelacionadas, que marcan la diferencia, motivo por el que es importante analizar qué acciones y estrategias de conservación han o no han funcionado.

El alimoche es una especie longeva, que comienza a reproducirse a edades avanzadas -alcanza la madurez sexual sobre los cinco años- y tiene muy poca descendencia, por lo que para poder estudiar sus estrategias de vida es necesario recopilar información durante mucho tiempo. «En el caso de Canarias se contaba con 20 años de datos que nos han permitido saber cuál era la situación de la especie en Fuerteventura antes y después de la aplicación del programa LIFE», comenta Ana Sanz Aguilar, investigadora del IMEDEA.

Seguimiento de la población

«Se ha realizado un seguimiento detallado de la población desde hace más de dos décadas, que ha sido posible gracias al marcaje e identificación de la mayoría de los individuos con anillas metálicas y de PVC», añade. «Y, anualmente, durante la época reproductora, se leen esas anillas cerca de sus territorios o en las zonas de alimentación. Además de ver qué individuos están o no, se han buscado cadáveres y revisado las líneas eléctricas».

«Se detectaron dos causas de mortalidad principales, una estaba relacionada con los tendidos eléctricos y la otra era debido al envenenamiento», explica Sanz Aguilar. «En el primer caso, los accidentes eran de tres tipos; uno era la colisión, el choque directo con los cables, sobre todo en días de niebla; el otro los enganches al posarse; y el tercero la electrocución. En Fuerteventura no hay árboles y a los guirres les gustan las zonas altas para dormir y descansar, por lo que utilizan los tendidos, enganchándose en algunas estructuras y quedando lisiados».

En 2004, cuando comienza el programa LIFE, se llevaron a cabo acciones dirigidas a solucionar estos problemas; en el caso de las líneas eléctricas, se colocaron señalizadores para evitar las colisiones y se modificaron las estructuras para que las aves no quedaran enganchadas. La otra gran línea de actuación de este proyecto fue la educación, a través de campañas de información y de sensibilización.

Fuente: amp.elmundo.es

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